febrero 25, 2017

Me Convertí en “Esa Mamá”

Hoy más que nunca me siento un poco vulnerable ante mi imagen, no solo como mujer, sino como mamá. Y es que toda la vida me dije a mi misma que haría todo lo posible por no verme como una “mamá”. Pero como dicen por ahí “el que escupe para arriba, le cae en la cara”. Y hoy, mirándome en el espejo del carro mientras trataba de taparme las ojeras en el parqueadero del colegio de mis hijas, me vi. Y me vi cansada, con cara de loca, con más arrugas de las que creí tener y, aunque quería negármelo a mi misma, me vi con cara de “mamá”. Y no es que las mamás sean feas, ni locas, cuando digo “cara de mamá” me refiero a que se me nota que tengo hijos, aunque no este con ellos.

Así, en una mañana cualquiera, he decido compartir con ustedes lo fácil que perdí mi identidad al convertirme exclusivamente en mamá. Y aclaro, no me había sentido nunca así en los 7 años que llevo siendo mamá, pero hoy por primera vez siento que no soy yo.

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Amo ser mamá, pero también amo ser otras cosas. Me gusta verme bien, tener el pelo lindo, oler rico, vestirme bonita, ponerme tacones y usar carteras. Esa soy yo. Pero hoy en el espejo del carro vi unas ojeras que me llegan al cuello, unas arrugas que ya no se tapan ni con el pelo ni con el maquillaje. La ropa un poco descuadrada, sin tacones, solo flats para poder correr detrás de mis hijas. Ya no hay cartera, pues es más conveniente llevar todo en la pañalera de la bebé. Y lo que solía ser mi súper camioneta es ahora una minivan.

Creo que al convertirme en mamá de tres niñas he ido enloqueciendo poco a poco. Y no precisamente por culpa de ellas. Yo pasé del extremo de trabajar demasiado cuando nació Sabrina, mi segunda hija, a estar en la casa 24/7 desde que nació Micaela, mi tercera hija. Creo que ahí me desequilibre, pues el sentimiento de culpa de haber tenido que trabajar tanto cuando nació mi segunda hija me llevó a querer “recuperar todo el tiempo perdido” cuando nació la tercera.

Y sin poder encontrar un balance entre el mundo laboral y la maternidad, me fui perdiendo en la difícil tarea de ser solo mamá. En el momento que paré de trabajar y decidí tomarme un año para estar en mi casa y disfrutarme a mis hijas, no sabía la falta que me haría mi vida laboral. Sí, así mismo, lo confieso, creo que al perder esa parte de mi, he ido perdiendo gran parte de mi identidad.

Soy, y siempre he sido, una mamá presente. No me he perdido de nada, pero siempre había estado trabajando, produciendo, aprendiendo, corriendo, viviendo mis dos mundos paralelos y disfrutándolos mucho. Y aunque habían momentos de extremo cansancio y frustración, creo que tenía lo mejor de los dos mundos: mis hijas, que las disfrutaba y corría por estar con ellas, haciendo maromas para estar en sus cosas del colegio y demás; pero también tenía mi locura laboral, a mis colegas, a las amigas de la oficina, el cafecito en los corredores llenos de chismes y la fuerza de hacer magia en video para TV e internet.

Hoy, paso los días arreglando la casa, que por más que haga, siempre está sucia, pendiente de los pañales y las compotas, de las tareas y las presentaciones del colegio. Me convertí en productora de mi hogar. Me la paso haciendo calendarios y presupuestos de la casa como si tuviera que presentarlos en la junta semanal de la oficina. Ahora hacer un simple proyecto sobre el habitat para mi hija de 7 años se ha convertido en la mega producción de la semana. Y el evento más importante es el matrimonio de la Q y la U en la clase de mi hija de 4 años. Y así, sucesivamente mi vida se ha convertido en la vida de mis chiquitas.

Mientras sigo tratando de disimular las ojeras y las arrugas en mi minivan, sin que se noten mucho los 9 meses que llevo sin dormir una noche completa, llego a la conclusión de que para ser la mamá que quiero ser, necesito ser más yo.

Creo honestamente que soy mejor mamá, persona y mujer cuando puedo hacer el trabajo que me apasiona y logro alejarme un poco de la casa. Mi carrera, mis amigas y el resto de mi mundo son, al igual que mis hijas, fundamentales para mi felicidad.

Dicho esto, me quito el sombrero ante las stay at home moms y sobretodo las mamás que hacen home school, pues son unas verracas. Las admiro no solo por lo que hacen sino por el amor y la paciencia con la que lo hacen. Y a las mujeres que como yo necesitamos tener nuestro mundo laboral paralelo al de ser mamá, les digo que extraño mi trabajo y no veo la hora de volver a empezar.

Espero poco a poco recuperar mi esencia y dejar mi cara de “mamá” para volver a ser “Paula, la mamá, la productora, la esposa y la amiga”.

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